¿Existen las clases
sociales y el conflicto entre ellas?
Amancio Ortega es dueño de la
gran empresa Inditex a la que pertenecen marcas como ZARA,
Stradivarius, Bershka, Pull & Bear, Oysho y un largo etc. El
propietario en 2018 embolsó diariamente 3,8 millones de euros,
mientras que los empleados de las respectivas tiendas no llegaban a
los 1000 euros por mes. No todo acaba ahí, en las fábricas
textiles, los trabajadores cobran 1,5 euros el día, sin tener
descansos, ni buena higiene, es decir, sin unas condiciones laborales
reglamentarias. Si no era suficiente esto, se mandan a niños y niñas
a trabajar a estas fábricas en la que son explotados diariamente,
negando la asistencia al colegio. Cada vez que se incendia una de
estas fábricas localizadas en países del tercer mundo, nadie hace
caso de esto, pues lo único que importa es producir.
Marx se refiere a la sociedad
moderna como sociedad de mercado capitalista. Habla de sociedad
moderna, ya que, a lo largo de la historia en todas las sociedades
han existido clases sociales. En la Antigüedad estaban los esclavos
y los ciudadanos libres; en la sociedad Feudal, el siervo y el
feudal. En la actualidad, la sociedad moderna está dividida en la
burguesía o capital y el proletariado u obrero. Aquí la inmensa
mayoría pertenece al proletariado y una enorme minoría a la
burguesía. La diferencia de estas,
no reside en el ingreso sino en el poder.1
El proletariado
(oprimido) no tiene nada más
que ofrecer que sus habilidades, ya sea capacidad, organización o
fuerza de trabajo pues, no tiene propiedad privada. Así,
el capital (opresor)
compra la fuerza
de trabajo ajeno, comprando
el derecho a usarla
por un determinado tiempo.
La relación que existe entre
estas dos clases y el producto es que el proletariado lo produce pero
no le pertenece, es decir, no eres propietario de lo que produce,
mientras la burguesía es propietaria de lo que no produce.2
El
sistema de producción
capitalista tiene como
característica el producir exclusivamente para vender y obtener
beneficio. La teoría de la
plusvalía explica, para Marx, el proceso de acumulación del capital
fundado en la
enajenación
del trabajo. Es, por tanto, el modo de producción capitalista el que
está en el origen de todo el
proceso
alienante, siendo la propiedad privada consecuencia directa de dicho
modo de producción. Lo que
ocurre
es que, una vez instituida, la propiedad (apropiación del
plus-valor) genera necesariamente alienación, pues sostiene
económicamente al sistema.3
La
ganancia media del capitalista es recuperar la inversión más
un plus, siendo
el
problema la sobre-producción.
Aún
así,
por mucho que uno no pueda “vivir” sin gemir por el paro o sin
indignarse ante la tortura, de denunciar al no subirle un punto más el sueldo al obrero, “saber vivir”
seguirá siendo, como era para Platón; renunciar al pensamiento. Es
decir, renunciar a ese nivel en el que un obrero es un obrero, un
banquero es un banquero y un capitalista es un capitalista, ese nivel
en el que, situados ante “aquello que hace bellas las cosas bellas”
e “injustas las cosas injustas”, podemos por primera vez
indignarnos ante la injusticia “invivible” que supone el que un
obrero sea obrero, por bien o mal que le trate el
capital.
También en la “caverna” son posibles los lloriqueos humanistas
antes los banqueros sinvergüenzas, ante los empresarios sin
escrúpulos. Pero sólo “fuera de la caverna”, solo en el
pensamiento o en la acción revolucionaria, es posible indignarse
ante aquello que hace banquero a un banquero, capitalista a un
capitalista, obrero a un obrero y militar a un militar. Por eso
hablamos en su momento de una “renuncia al pensamiento”, porque a
un obrero se le puede tocar, se le puede matar, se le puede torturar,
se le puede subir el sueldo o incluso se le puede besar, pero
aquellos que hace obrero a un obrero es “invivible”: sólo se
puede pensar.4
A pesar de todo, vivimos
en un Estado de derecho, por tanto nadie está
obligado a trabajar, nadie roba a nadie, nadie es esclavo de nadie y
nadie se aprovecha de nadie, la verdadera cuestión es si esto es
cierto.
Las
necesidades humana son crecientes, no solo hablamos de poder
alimentarnos, sino también de todos los extras que han ido
incorporándose como necesidad, por eso, la afirmación de somos un
Estado de Derechos y por consiguiente, no estamos
obligado a permanecer aquí, es una táctica de explotación laboral.
Pues el capital es consciente de que el proletariado necesita
trabajar para subsistir y lo va aprovechar.
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